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Ellos también son héroes

Reportaje 1
Marina Nogués. Estudiante de doble grado en periodismo y c. Audiovisual
Son personas que ven la vida desde otra perspectiva. Los héroes que no son reconocidos mundialmente ni tampoco llevados al cine como los que aparecen en los comics. Si se lo proponen, son capaces de conseguir las metas que se fijen. Son personas que sufren algún tipo de discapacidad y que, a pesar de ello, se han lanzado a realizar estudios universitarios. Esta es la historia de dos alumnos que cursan una doble titulación en una universidad madrileña.

Felipe Mateos, lleno de ilusión, como todo adolescente cuando está cursando cuarto de la ESO, deseaba con todas sus ansias que finalizara ese año sólo para realizar el viaje de fin de curso con el resto de sus compañeros. Había oído hablar a estudiantes mayores que él sobre la fascinante experiencia que significaba viajar sin padres, con todos tus amigos, a los que quizá no volvería a ver, porque cada uno empezaría a pensar qué camino seguir. Sería como aterrizar en un lugar desconocido, donde todo acabaría resultando emocionante. Pero una gran decepción se apoderó de él cuando una mañana el estruendoso sonido del teléfono le sacó de su sueño. Al contestar oyó una voz que le resultaba vagamente familiar: “Soy el director del instituto”. Eso no pintaba bien, pensó. Fue entonces cuando recibió la noticia de que se había quedado sin viaje de fin de curso. El director del instituto le comunicó que no le llevaba por su discapacidad, que no disponían de profesores para que le pudiesen atender y hacerse cargo de él y que, por tanto, se quedaba sin vivir tan anhelada experiencia.
El 9% de la población española tiene algún tipo de discapacidad que, a pesar de la heterogeneidad del grupo, comparte dificultades comunes con barreras de todo tipo: mentales, arquitectónicas, urbanísticas, de comunicación, de diseño, etc. que les impide realizar sus vidas con normalidad, porque son verdaderos obstáculos para sus especificidades.

 

 
Uno de los “medios hostiles”, es decir, no accesibles, en el que se detiene este reportaje es el Mundo Educativo Universitario, porque resulta una etapa fundamental de la trayectoria de una persona para desarrollarse personal y socialmente. La Universidad todavía hoy sigue siendo un espacio hostil e inaccesible para muchas personas con discapacidad. Los jóvenes con discapacidad que deciden emprender una carrera universitaria ven mermada gran parte de sus expectativas académicas, personales, sociales y profesionales, cuando observan que en este nivel educativo más elevado también continúa dándose la constante que determina todo su proceso educativo anterior. Las barreras de todo tipo siguen ahí y dificultan sobremanera, si no impiden, que el alumnado universitario con incapacidad pueda vivir la universidad con normalidad, a costa incluso de abandonar la propia institución en algunos casos.


Felipe Mateos, el niño que se quedó sin viaje de fin de curso en el año académico que finalizaba en 2012, tiene 18 años. Es un joven menudo, decidido, de carácter noble. Tiene un grado de discapacidad del 65%. Esboza la imagen de un jovenzuelo más, con sus altibajos y su retahíla de problemas que tiene cualquier persona de su edad, pero es un excelente orador, no le da miedo hablar delante de un micrófono o una grabadora a la hora de conceder entrevistas. Actualmente no trabaja, pero sí estudia. Cursa el primer año del Doble Grado en Periodismo y Comunicación Audiovisual en la Universidad Rey Juan Carlos. Burocráticamente tuvo un pequeño percance “al realizar la matrícula de la carrera porque adjunté fuera de plazo el certificado de minusvalía y me quedé sin plaza, pero interpuse una reclamación y me aceptaron más tarde”, cuenta Felipe, estudiante universitario. Desde que nació se mueve en una silla de ruedas. Sin embargo, ha sufrido diversos inconvenientes a lo largo de toda su vida: “En mi instituto, el ascensor funcionaba únicamente con una llave, y tardé un año y medio en que me proporcionaran una copia para mí, tuve que cansarles de mi insistencia para que me la diesen, fue un poco caótico”. 
 “Creo que las personas discapacitadas tienen miedo a meterse en las universidades con personas que no lo son, por miedo a no ser aceptadas, y no se deciden a cursar una carrera que no son de una escuela que de clase solamente a discapacitados”. No se puede llegar a conocer el punto de vista de estas personas hasta que no te paras no sólo a hablar con ellos, sino también a escuchar las vicisitudes que han tenido que vivir y superar para alcanzar la meta que se han fijado.

 

 

 

 

El 9% de la población española tiene algún tipo de discapacidad que, a pesar de la heterogeneidad del grupo, comparte dificultades comunes con barreras de todo tipo

 

 


Otro de los alumnos que se encuentra cursando la misma carrera que Felipe es Juan Díaz Riquelme, este tiene 22 años. Es mucho más alto que el anterior, y también se desplaza en una silla de ruedas. El grado de discapacidad también es mayor, concretamente 79%, ello no es impedimento para que se desenvuelva. Aunque tiene una peculiaridad, necesita un tomador de apuntes, ya que le es imposible tomarlos.


 A diferencia de Felipe, Juan cursa el segundo año de carrera. Sin embargo, no ha sufrido tantas dificultades en el instituto, ni tampoco para entrar en la universidad. “He tenido mucha suerte, aunque si es verdad que tienes que llamar a mil sitios para asegurarte de que puedes entrar sin problemas a los edificios, como estoy acostumbrado y es lo que tengo que hacer siempre, no me supone ningún problema, pero depende del curso y la carrera”. También hay que tener en cuenta que no todas las universidades tienen el mismo funcionamiento, ni conocen todas las facilidades que se le puede ofrecer a una persona con discapacidad. “Tienes que valorar con qué funcionarios cuentas para, por ejemplo, el reconocimiento de créditos para Tomadores de Apuntes1, yo le tuve que explicar  a los de la Universidad Complutense de Madrid en qué consistía esta ayuda. A veces existe mucho “cachondeo”, a mi me pasó cuando me dijeron: “Bueno, como tenemos el grado online, pues te lo haces online. ¿Y si no me lo quiero hacer online? ¡Qué!”.


Los tomadores de apuntes es una medida que ofrecen las universidades españolas, donde son los compañeros de un estudiante con discapacidad, que cursan el mismo curso y grupo, que ofrecen el cotejo de apuntes o materiales escritos cuando la persona discapacitada realmente lo necesita, a cambio de reconocimiento de créditos.
El campus al que acuden de lunes a viernes estos dos estudiantes es el que se encuentra en localidad de Vicálvaro, Madrid.  Aparte de ellos dos, en los cinco años que tiene la carrera que realizan, sólo existe una persona más que tiene discapacidad y va en silla de ruedas. “Me siento muy aceptado y soy muy feliz, pero creo que no hay más alumnos con discapacidad porque se asustan, porque no preguntan y se piensan que aquí se van a tener que estar dando de bruces contra la pared, es algo que depende de la persona”, sentencia Juan D. R.
Felipe insta a sus compañeros a que hagan lo que realmente les gusta, porque seguramente se encuentren menos problemas de los que se piensan. “Yo animaría a mis compañeros a que se decidiesen a entrar en la universidad, una vez que estás dentro, todo el mundo te acepta sin ningún problema, que no es tan horrible como puede llegar a parecer”.


Estos individuos son personas normales, con alguna característica singular, pero nada más. “Creo que en un futuro serán los propios discapacitados los que normalizarán su incapacidad, hasta que los demás no lo vean como excluyente, sino como algo distinto. La discapacidad no quita la normalidad de la persona, sino que, es una característica de uno mismo, y no por ello deja de ser normal, como por desgracia se considera a día de hoy”.
A lo largo del tiempo, cada uno escribe su propia historia, compuesta de anécdotas, unas agradables de oír, otras más duras, que incluso nos llegamos a preguntar la fuerza de voluntad que adquieren algunas de estas personas para aventurarse a conseguir lo que realmente les apasiona y les mueve. Ellos también tienen sus gustos, sus aficiones, a uno le apasiona la radio y el cine, al otro más la prensa escrita, pero comparten una pasión; el afán de superación día a día. Todavía queda mucho por hacer, y no sólo en España, sino en todo el mundo. “¿Qué se pueden hacer más cosas? Sí, empezando por la educación en los colegios, continuando por el metro. Deberían tener en cuenta que nosotros también hacemos trasbordos, y no todas las líneas cuentan con ascensores, o si vas en cualquier bus del centro de Madrid, puedes tardar hasta más de dos horas en llegar al destino”, aconseja Felipe.

 

 

 

 

“Me siento muy aceptado y soy muy feliz, pero creo que no hay más alumnos con discapacidad porque se asustan, porque no preguntan y se piensan que aquí se van a tener que estar dando de bruces contra la pared, es algo que depende de la persona”

 

 

 


Está claro que hace 20 años atrás,  no hubiese sido posible que estas dos personas cursaran una carrera universitaria. Hoy existen facilidades para ellos y empieza a ser una tarea conjunta, “Yo considero que, hoy en día, el primer paso no lo tiene que dar la universidad, lo tienes que dar tú”, argumenta Juan. Actualmente en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, existen 350 personas con discapacidad matriculadas en ella, de las cuales sólo 250 han solicitado ayuda al departamento dirigido a los individuos discapacitados. 


Los alumnos vuelven a sus respectivas clases, preparados para empaparse de conocimiento un día más. Sus compañeros, al verles llegar, se apartan, abren la puerta y les dejan pasar a ellos primero. Se saludan y comentan lo preocupados que están por la oleada de exámenes que se avecina y se desean suerte. El profesor se aproxima embalado hacia la clase, se decide a entrar; se gira,  “me saluda” y cierra la puerta. La clase está lista para comenzar.  


 

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